A veces, me siento aterrada como si tuviera cuatro años.
Con el mismo susto con que subía corriendo ésa escalera. Con el que miraba helada la oscuridad que se extendía más allá de los bordes de la hamaca. Con la respiración cortada y los ojos enormes para ver lo oculto en los espejos. Con el mismo temblor por dentro, y la misma parálisis por fuera.
Entonces, mamá explicaba que no existían los fantasmas. Que no había por qué temer. Que lo que creía ver, no era cierto.
Ahora lo imaginado cambió. Sé que no hay monstruos que vivan en las sombras. Ni cucos, ni gigantes. Mis miedos son cada vez más ‘reales’. Más ‘posibles’. Más temibles. Y poco puede hacer alguien por calmarme.
Porque cuando era una nena asustada, después o antes de explicarme; mamá prendía la luz. O abría la puerta del ropero. Y me mostraba una realidad tranquilizadora que desvanecía el peor de los sueños.
Ahora que somos grandes, nuestros miedos son más grandes. Tan grandes, que hasta mamá suele tenerlos.
4 comentarios:
excelente el texto... y la imagen es perfecta, acompaña taaaan bien... realmente me gusta mucho, la mirada de la niñita, la mirada del "cuco", su mano, las luces, el humo... todo!!! muy pero MUY bonito!!!
no sé cómo hagas vos...yo solo hago las imagenes y en el momento de subirlas, escribo algo que las acompañe...y ya sabés que las imagenes me están asaltando a CUALQUIER hora!
Muy bueno este!!! Cuánto movimiento y dinamismo, me gusta mucho... Saludo
qué bueno que andes por éstos lugares, Gustavo!!! y me alegro que te guste... en general mis dibujos son muy estáticos y el movimiento no los caracteriza tanto; éste viene a ser 'la excepción que confirma la regla'.
Pero me gustó y trataré de incorporarlo.
Saludos!
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